Los planetas, las estrellas y la luna han servido a nuestros antepasados para determinar la duracion de las
estaciones de los meses y los años. De hecho 4000 años antes de nuestra era, "Los Aztecas" y "Los Egipcios" ya
tenían calendarios de 365 días.
En el año 2000 a.C. "Los Babilonios" desarrollaron un año de 12 meses lunares de 29 y 30 días. Con Venus, "Los Mayas"
establecieron calendarios de 260 y 365 días.
En el año 3500 a.C. la sombra de los obeliscos se usaba como reloj de sol. En el año de 1500 a.C. se creo el merkhets, un instrumento rudimentario que medía el tiempo durante la noche utilízando como referencia "La Estrella Polar".
Los relojes de agua fueron los primeros que no dependian de las estrellas para medir el tiempo, el mas antiguo del año 1415-1380 a.C. perteneció al rey egipcio Amenophis III. Eran recipientes que dejaban caer agua a una velocidad constante por un pequeño orificio. Los griegos comenzaron a usarlos en el año 325 d.C. y los denominaron clepsydras. En paralelo se creo el reloj de arena o ampotella en Egipto y en China un curioso reloj de fugo que consistía en dejar caer esferas sobre una charola metálica, misma que anunciaba las horas en forma audible.
Los relojes mecánicos aparecieron a mediados del siglo XIV en algunas torres Italianas. Peter Heleng creo, entre 1500 y 1510 los relojes portátiles, e 1581 el astrónomo Galileo Galilei descubrió la ley del isocronismo del péndulo en el domo de la torre de Pisa y en 1656, el alemán Christian Huygens aplicó el péndulo en los relojes mecánicos, el cual tenía un error de menos de un minuto al día, en 1889, el reloj de péndulo de Siegmund Riefler tenía una exactitud de una centésima de segundo y fue sustituido en 1921 en casi todos los observatorios por el reloj de Shortt, que tenía 2 péndulos.
Los relojes de péndulo comenzaron a ser reemplazados por los de cuarzo en 1930. Estos funcionaban gracias a las propiedades eléctricas del cuarzo al que se le aplica un voltaje con el que vibra generando una frecuencia constante.
Fuentes: CRONOMETRÍA Lothar M. Losque, COSMOS Carl Sagan.
Texto: Jesús Clemente Olvera Trejo.